Una interesante perspectiva acerca del PODER DE LA SONRISA, presenta este interesante artículo publicado en Revista Capital.
Compartido por: Fundación Sonrisas
Escrito Por Natalia Saavedra para REVISTA CAPITAL
Estudios señalan que la inversión en salud dental puede ser más costo-efectiva para la empleabilidad que la capacitación. Un tema clave si se considera que cuatro millones de chilenos tienen problemas en este ámbito.
Dos horas y 45 minutos toma el recorrido para llegar desde la población Porvenir, en la comuna de San Bernardo, a la estación Pedro de Valdivia, en Providencia. Claudia tiene calculada la hora a la que debe tomar cada micro y el metro para no llegar tarde a su cita. Semanalmente esta madre soltera y dueña de un almacén de barrio, toma este camino que le resta casi seis horas a su rutina diaria. Lleva ya un año en eso y lo seguirá haciendo al menos hasta el 2017, justo cuando su hija termine la educación básica.
No acude a su trabajo ni tampoco a estudiar. Se trata de la cita que habitualmente tiene con su dentista. Y lo que para otros podría ser una visita de rutina, para Claudia es un encuentro que esperó más de una década, luego de postergar por temas económicos la reparación de su dentadura. Hoy está solucionando sus problemas gracias a un programa de la Fundación Sonrisas, una ONG que trata gratuitamente a personas derivadas de otras fundaciones sociales que no tienen recursos para costear sus tratamientos y a las que estos procedimientos, literalmente, les cambian la vida.
El problema de Claudia es el reflejo de una situación que afecta de manera grave a 4 millones de chilenos, según los datos de la Encuesta de Calidad de Vida y Salud del Ministerio de Salud (Minsal). Asimismo, un paper publicado por la cirujano dentista María José Monsalves, la atención dental es hoy la caja negra de la salud en Chile y uno de los sectores donde hay mayor deuda por parte del Estado. A través del AUGE las políticas públicas dan prioridad a la atención de niños y niñas de 6 años, urgencias ambulatorias, salud oral para mayores de 60 años y atención integral para mujeres embarazadas; ello pese a que el grupo mayormente afectado son personas como Claudia (40 años), que quedan fuera del sistema.
El problema para el segmento que va entre los 15 y 65 años, afiliados al Fondo Nacional de Salud (Fonasa), se produce porque están obligados a atenderse en la red pública, que limita la atención a la revisión de caries y urgencias. Si tienen otro tipo de problema, la única opción es acudir a dentistas privados, que no son parte de Fonasa. Los tratamientos pueden alcanzar varios millones de pesos sin acceso a ningún tipo de subsidio estatal.
“El 15,1% de las personas con un nivel educacional alto declara no haber visitado nunca al odontólogo o no haberlo hecho en los últimos cinco años; en el nivel educacional medio ese porcentaje aumenta al 27,5% y en el nivel educacional más bajo asciende dramáticamente a un 44,6%”, indica el trabajo de Monsalves.
¿En qué aspectos de la vida diaria afecta el tener un acceso limitado a la salud dental? El Minsal reconoce que incide en el funcionamiento social y discrimina a las personas en su desempeño público. “A esto se agrega el hecho que la odontología es uno de los ámbitos en que las personas tienen mayores problemas de acceso, alto costo y oportunidad, expresado sobre todo en los grupos de sectores medios profesionales afiliados y no afiliados a Isapres”, señala el organismo.
El valor de la imagen
“Mi primer diente se me quebró en una pelea. Me lo dejé así no más. Después el otro se me empezó a picar y no le tomé importancia, hasta que un día se me inflamó toda la boca. Fui al hospital, pero sólo me dieron remedios. Yo soy del sur, de Victoria, y allá trabajaba en una fábrica de cecinas, así que me ponía mascarilla y daba lo mismo no tener dientes, porque no estaba con gente. Pero después me vine a Santiago y ahí la cosa cambió”, relata Abel, un joven de 34 años que al sonreír muestra sólo dos dientes.
A la Región Metropolitana se vino con su esposa y comenzó a buscar trabajo en puestos de aseo. No por el problema con su boca, sino porque consideró que no tenía experiencia. Pero no consiguió nada. No lo llamaban y estuvo por varios meses persiguiendo una oportunidad. Ahí empezó a darse cuenta de que su imagen era un tema que lo limitaba.
Finalmente, consiguió trabajo de conserje en un edificio en Presidente Riesco. Pedía siempre los turnos de noche y trataba de interactuar lo menos posible con los residentes. Pero en vez de discriminarlo, los vecinos le decían que no tuviera vergüenza, que levantara la cabeza, que hablara bien. Fue perdiendo el miedo e interactuando más con la comunidad. “Me hice conocido en el edificio y un día un vecino –que conocía el trabajo de la Fundación Sonrisas– me preguntó si me quería arreglar los dientes. Yo le dije que sí, que ése era mi sueño”, recuerda Abel.
La organización nació hace poco más de dos años, casi por una anécdota. Francisco Ortúzar, uno de sus promotores, era ejecutivo de una importante empresa cuando uno de sus trabajadores le pidió permiso para ir al dentista. Le dijo que volvería en tres días. “Pensé que se trataba de una broma para capear sus labores, pero el lunes siguiente vi al mismo trabajador y era otra persona. Tenía diez años menos y arreglarse los dientes cambió toda su actitud en el trabajo. Ahí me quedé pensando que había que hacer algo para ayudar a las personas en ese aspecto”, comenta Ortúzar.
El ejecutivo dejó su cargo y se fue a vivir un año sabático a Londres. Allí conoció a otro chileno, Raúl Valdivia, quien también enganchó con la idea. Al regresar al país comenzaron a buscar colaboración para crear una fundación con el objetivo de asistir a personas en sus tratamientos dentales, pero también que esos casos sirvieran de ejemplo para realizar un registro del cambio que implicaría en sus vidas tener su dentadura sana.
“El objetivo es difundir los resultados sociales de estos tratamientos y que ello empuje la creación de políticas públicas. No queremos ser una clínica, y tampoco damos abasto para atender a los 4 millones de chilenos que tienen problemas de este tipo. Nuestro objetivo es ser un referente de la mejora en la calidad de vida que estos tratamientos pueden significar en una persona”, señala Ortúzar.
El modelo de trabajo de Sonrisas se basa en un sistema colaborativo donde profesionales de diferentes áreas aportan horas de su trabajo a la red: desde odontólogos, pasando por asistentes sociales, abogados y periodistas. Los futuros pacientes llegan derivados de otras ONG, que les ofrecen la alternativa de postular a un programa para reparar su sonrisa en forma gratuita. Actualmente, apenas el 1% de los dentistas de la Región Metropolitana se han sumado y hay más de 200 voluntarios en diferentes áreas de colaboración.
Nuevas oportunidades
“La primera vez que fui me sudaban las manos y estaba muy nerviosa. Llegué y el doctor me explicó que esto no iba ser ni rápido ni fácil y que tenía que comprometerme con el tratamiento. Lo único que le pedí es que pudiera terminarlo antes de que mi hija saliera de octavo básico. El doctor me preguntó en qué curso estaba y le dije que en tercero; me contestó que de todos modos”, recuerda Claudia, quien acaba de cumplir el primero de sus tres años de tratamiento.
Pese a que ni Abel ni Claudia pueden ver aún los resultados finales de sus procesos, ya le dan valor a lo que han logrado: un trato digno de sus doctores, además de nuevas oportunidades en la sociedad. Estos ejemplos son los que motivan al equipo de Sonrisas. El año pasado convocaron a un seminario donde la economista Andrea Repetto mostró contundentes resultados respecto al efecto de la salud bucal en el mundo laboral. Repetto trabajó en un proyecto financiado en parte por FONDECYT, en conjunto con Francisco Gallego y Cristián Larroulet.
La idea fue estudiar los efectos de una dentadura sana en la empleabilidad y la injerencia sobre las oportunidades laborales de personas vulnerables. Para ello consiguieron becas de atención para 350 personas en el Campus San Joaquín de la UC. “En el primer seguimiento encontramos que haber recibido el tratamiento eleva de manera importante la autoestima de las personas, y por supuesto, también su salud oral. Asimismo, encontramos un efecto entre las mujeres, de casi 7 puntos más de probabilidad de estar empleado. Los efectos negativos son mayores entre las mujeres que tenían dientes frontales faltantes. Estos resultados indican que un tratamiento dental puede ser más costo-efectivo en elevar las oportunidades de empleo de personas vulnerables que la capacitación”, explica Repetto.
La investigación es inédita en Chile y el grupo se encuentra en una segunda etapa de seguimiento con la meta de averiguar si estos beneficios se mantuvieron en el tiempo. “Ahora estamos indagando con más detalle sobre el tipo de empleo al que se accede: ¿se trata de una función en que hay que atender público, interactuar con otros o más bien trabajar solos? Queremos distinguir efectos asociados a la autoestima, de efectos debidos a discriminación, ya sea por parte de empleadores, compañeros y/o clientes”, añade la economista.
Por su parte, en el Estudio de Preferencias Sociales para la definición de Garantías Explícitas en Salud, el Minsal señala que una mala dentadura limita a las personas en su desempeño público y que la atención odontológica es uno de los ámbitos con mayores problemas de acceso, por su alto costo.
En las escuelas
El quehacer de la Fundación Sonrisas incluye otros campos de acción, entre ellos el proyecto Escuela Sonrisas, un plan piloto que se ha aplicado en colegios de diferentes fundaciones, incluyendo a más de 4.000 niños. Gracias a la cooperación de los docentes y el vínculo con la familia, persigue instalar en grupos vulnerables la importancia del autocuidado dental.
El director ejecutivo de la fundación, Raúl Valdivia, explica que a partir de los seis años se comienzan a marcar las diferencias sociales en materia de atención odontológica. Datos de la organización (a partir de cifras del Minsal) indican que a esa edad un niño empieza a determinar sus posibilidades de una buena dentadura en el futuro. En el segmento de mayores ingresos, el 60% de los niños entre 6 y 12 años no tiene caries, mientras que en el grupo de menores ingresos, sólo cerca del 25% tiene dientes sanos.
“Para el 2015 serán diez escuelas vulnerables en las que trabajaremos con niños, profesores y familias. Para ello, estamos haciendo redes con la Universidad Católica, la Universidad del Desarrollo y la Universidad Mayor”, detalla Valdivia. La ONG tiene pensado aumentar su cobertura a todo el país. El calendario incluye la apertura de una sede en Concepción en abril de 2015 y otra en Antofagasta en abril de 2016. “Queremos posicionar el derecho a sonreír como una prioridad nacional”, concluye Valdivia.
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