Opinión: La inflación de congresos

Por Enrique Jadad Bechara
Especialista en Rehabilitación Oral,
investigador, conferencista con práctica privada en Barranquilla (Colombia) y fundador del Grupo Dignificar la Odontología (facebook).

 

Hace unos días, estaba reunido con un amigo y colega charlando delo que hablamos los odontólogos: de dientes. Mi amigo me comentó sobre un curso que tomó recientemente y yo le pregunté si entre todo lo presentado había algo que aplicar en la consulta. Me respondió que «prácticamente nada».

En la actualidad, no hay congreso dental que no incluya en su programa científico temas de resinas, carillas, implantes y estética.
Si no están incluidos, el congreso no es atractivo para los asistentes. Es la triste realidad: ¡hoy día solo interesa la estética y los implantes oseointegrados!
Los cursos y diplomados que ofrecen universidades, casas comerciales o grupos de profesionales se aprovechan de las necesidades de los jóvenes dentistas por la estética y la implantología oral. Les venden cursos donde les muestran lo «fácil» que es hacer Odontología Desechable y, lo que es más grave aún, les enseñan a ser implantólogos en tres sencillos pasos. Claro, cuando surgen las complicaciones, ni las universidades, ni los diplomados, ni las casas comerciales ni los «profesores» se hacen responsables.
Después de ver de cerca experiencias terribles de tratamientos que les fueron implementados a pacientes que acudieron a mi consulta en busca de ayuda, me vienen dando vueltas temas como: ¿Cómo debe ser o en qué debe consistir la formación de un profesional en Implantología Oral y en Estética?


Con esto en la cabeza, le comenté a mi amigo varios puntos que creo que son relevantes sobre los eventos dentales:

1. Ya basta de asistir a congresos donde se nos muestra una odontología basada en labios decorados con escarcha y colores psicodélicos, dientes que muerden frutas exóticas o incisivos Blancos y Largos. Estoy harto de sentarme por largas horas a escuchar conferencias de «profesores » cuyo único interés es que los vean como estrellas de cine o de rock.

2. Varios colegas nos han enseñado a perder el miedo a aprender, a entender, a escuchar y absorber información valiosa.
También nos han enseñado a perder ese falso respeto por esos conferencistas que se hacen ver como de otra galaxia.
Debemos aprender a identificar a quién habla para acortar la distancia entre el que sabe y el que aprende, y a identificar quién lo hace para estrechar esa brecha y quien lo hace para agrandarla hasta hacerla imposible de remontar.

3. Es triste ver cómo los más jóvenes veneran con respeto y admiración a profesores que invitan a realizar tratamientos que atentan contra la integridad de los pacientes o que van más allá de sus capacidades.

4. Los conferencistas se seleccionan con la intención de responder y resolver situaciones relevantes con la máxima solidez, por lo que deben presentar en los congresos problemas reales de la vida diaria.

5. El conferencista debe responder a preguntas específicas de los asistentes que ayuden a solucionar problemas en la práctica.

Al final de las conferencias y los congresos debemos sopesar si los conferencistas nos enseñaron conceptos aplicables a nuestra clínica o, simplemente, como se dice en el argot popular: ¡De pronto nos puyaron el ojo!